“Es verdad que en lo oscuro hay esta confusión de ojos y hojas. Campanas dormidas y fuegos miedosos.” Un poema de Alejandra Pizarnik.
Miedos, estar dormidas, confusión, oscuridad, verdad. Invierto el orden en el que aparecen las palabras en esta poesía. Y les agrego: la palabra observar.
Observar miedos. Observar lo que está dormido. Observar lo que nos confunde. Observar lo oscuro. Observar lo que creemos que es verdad.
Ojos, hojas, campanas y fuegos.
Observar mis ojos, observar cómo observan mis ojos, observar las hojas, saber que es otoño.
Escuchar las campanas, despertar mis propias campanas. Observar mi vaivén.
Elegir observar los miedos, elegir despertar lo dormido, elegir dejar de creernos confundidas, elegir confundirnos para aceptar no saber, no entender, y seguir deseando.
Observar el fuego, el que nos quema y el que ilumina lo oscuro.
Me pregunto porque me es tan inevitable hablar de esta Tècnica partiendo de alguna expresión creativa. De algún modo lo estoy eligiendo. Elijo algo que ya está en mí. Confío. Elijo,para permitirme definir la Técnica Alexander hoy, como una herramienta educativa, un método preventivo y no correctivo. La Técnica reeduca nuestra manera de gestionar nuestros movimientos y la forma en que nos pensamos. Contactamos a través de la practica con una capacidad heredada. Es un medio a través del cual podemos recuperar una confianza integradora, no específica sino global y desarrollar el poder de nuestra inteligencia para una mayor libertad en nuestras acciones o movimientos. La única forma de tocar esa libertad es estando en posesión de nuestra inteligencia como seres vivos.
“Había que escribir sin para qué, sin para quién. El cuerpo se acuerda de un amor como encender la làmpara. Si silencio es tentación y promesa.”
Volví a abrir ese libro de poesías que cada tanto degusto como si fuesen una caja de chocolates caros. Para refrescar. Para darme algo que me haga pensar. Y me resuena el cuerpo que se acuerda, la palabra amor, encender la lámpara. Me quedo con el silencio. Con el para qué y el para quién.
La confianza integradora que mencione también es amor. La capacidad de recuperar un campo de posibilidades, nos contacta con el silencio. La libertad de acción tal vez sea para encender nuestra lampara, sin un para qué sin un para quién. La técnica y sus principios nutren el arte, y en el arte se hayan ellos escondidos.
La Técnica Alexander me invita a habitar el proceso de pensar, observar la mente trabajando, darle espacio al tiempo y brindarnos blandura. Aprender a calmarme, y tranquilizarme. Darme un poco más de tiempo, y notar enseguida el esfuerzo para definir con mucha claridad. Con claridad y sin dureza, esas son mis exigencias ahora. Quiero intentarlo, pasé muchos días intentando hacerlo bien. Sin ser muy “asì”, ni muy “asà”. Sin divagar y sin ser un diccionario.“Lo que es correcto” me viene al a mente. Que viejo y actual compañero hábito de pensamiento y gran maestro. Es ese gran amor al que se aferró mi cuerpo. Cuando enciendo la lámpara, nos encontramos ojos a ojos. Tuve y de a ratos tengo una idea preconcebida de creer que hay una manera de hacerlo bien. Observar esta idea a la luz de la luz, me enseña cada día, que puede haber otra manera de creer. Y eso no quiere decir que haya una forma correcta, opuesta o que corrija este pensamiento. Sino que desarrollando la capacidad de observar y tocar esta idea poderosa es como se habilitan otras opciones.
Detenerse permite ver qué esta vivo adentro nuestro y así poder elegir. Saber que podemos elegir construye confianza. Confianza hecha de la felicidad de no realmente comprender como creíamos comprender las cosas. Y ese instante, en el que la confianza se agranda, en el que nos sonríe algo adentro, aún sin comprender, sea probablemente la transformación de algo intangible, el estallido efervescente de células nutridas.
Voy haciendo espacio en mis palabras, palpando mis vivencias, que al fin y al cabo son quienes definen la técnica en mí. A veces, las únicas certezas son lo que no. La Técnica Alexander no es un método mágico curador y eliminador de problemas y síntomas. Nada desaparece. A través de la Técnica Alexander comenzamos a aparecer “adentro”, para aparecer “afuera”. Y esta aparición, o presencia no es una constante. No aparecemos dentro para siempre. Pero podemos desarrollar la capacidad de decidir aparecer dentro al notar que estamos tan afuera que no estamos. La capacidad de notar es nuestra.
Notamos como los árboles crecen, aunque haya cemento alrededor, la fuerza de las raíces que ocupan espacio, notamos los tallos yendo hacia arriba y las flores buscando el sol. Notamos lo que no está ni bien ni mal, notamos lo que está, lo natural de la vegetación, de las especies en el campo. Notamos el frío, el calor, los colores de la tierra, las texturas. Notamos sin querer cambiar nada, porque lo que está es información es imagen que nutre y nos contextualiza. Notamos el hábitat que está afuera, y podemos notar el hábitat que se construyó adentro, manifestado en tendencias posturales, percepciones condicionadas o restringidas de nuestros estar. Noté, mis ganas de obtener resultados satisfactorios en la práctica de la técnica, de demostrar, de que me quieran, de que me acepten. Nadie me corrigió, ni me diagnosticó.
Abrí mi atención y noté esta haiku:
“Se acercan bailando, pero cuando dos por fin se encuentran, se calman las mariposas”.
La Técnica usa las manos como medio de comunicación entre dos experiencias que están sucediendo a la vez, y siendo consecuentes la una con la otra.
Estas manos suaves de los maestros y la calidez de sus indicaciones verbales, la invitación a frenar, a pensar e inhibir mis tendencias posturales, pusieron y ponen a la luz una y otra vez mis hábitos de pensamiento, las ideas construidas sobre mí misma, y cómo estas me llevan a moverme de una u otra manera, a estar a veces lejos de cómo están los árboles, de cómo que se dirigen los tallos hacia el cielo.
Y noté este otro haiku:
“Ojalá tuviera siempre el deseo de perseguir mariposas”
Alexander persiguió mariposas. Investigó nuestra naturaleza como humanos. Notó que también tenemos la naturaleza del tallo de una flor, que crece hacia lo alto mientras se enraíza en la tierra. Notó que interferimos con nuestra naturaleza.
Descubrió que:
- la relación entre la cabeza y el cuello repercutía inmediatamente sobre el estado de la laringe y el aparato respiratorio.
- que la relación de la cabeza cuello eran el principal factor para la coordinación de todo nuestro organismo.
- que el alargamiento de su estatura mejoraba su funcionamiento, y que esta estatura sucedía cuando permitía que su cabeza vaya hacia adelante y hacia arriba en relación a su torso.
- También se encontró con que si decidía “Poner” la cabeza en esa situación no sucedía tal alargamiento.Finalmente se aproximó a su propósito, sin “hacer” o “poner”, sino dejando de interferir y sosteniendo una intención consciente y razonada. Entonces, como humanos nos diferenciamos del tallo que simplemente va hacia arriba en busca del sol. Nosotros tenemos la capacidad de razonar, de decidir, de intencionar.
La Técnica nos enseña a regar esta capacidad, como si fuese el agua y los nutrientes de la tierra que le dan tono y presencia a los tallos. Nos invita a abrir el campo de atención, no sólo para observar lo que vamos a hacer, sino también lo que podemos dejar de hacer. Y a partir de dejar de hacer, o de postponer una acción experimentar una nueva vivencia. Frenamos para ver a dónde estamos y luego decidir a dónde vamos… o si vamos…tal vez, nos quedamos.
Este no es un Haiku, son palabras de Alexander, que leí en una recopilación de comentarios que hizo en clase.
“Hay tanto por ver cuando uno alcanza el punto de ser capaz de ver, y la experiencia se alimenta de experiencia”
Los vínculos, la educación, la creatividad y la creación, la ejecución de un instrumento de viento, el pedalear en la bicicleta, etc. Mis intereses, se alimentaron de la tècnica y transité nuevas experiencias en mis ámbitos laborales y mis espacios recreativos.
La Técnica Alexander se va tejiendo adentro de una.
A través de ellos la fui descubriendo más en profundidad. Todos estos espacios fueron medios para investigarme y gracias a ellos, la técnica empezó a vivir cada vez más fuerte adentro mío. Cómo esta práctica influyó en mis vínculos, hizo que ame más vincularme, y amar más vincularme aumentó mi deseo de profundizar en la técnica. Cómo la técnica me hizo poner en cuestión mi manera de educar, también aumentó el sentido de educar en mí; y en consecuencia también la práctica se seguía tejiendo adentro mío, haciendo que me haga preguntas como: ¿Cuál es mi función como educadora? ¿Dar información y conocimiento o acompañarlos en descubrir su inteligencia?
¿Cómo mirar, cómo observar, como escuchar? ¿Cómo invitar a que mirar una partitura se parezca a mirar un árbol añejo? ¿Cómo compartir que escuchar los pájaros puede ser similar a escuchar la afinación? ¿Cómo transmitir que tocar con otro es como amar y que crear es permitir?
¿Còmo no mirar alrededor con indiferencia para transmitir la amorocidad necesaria a la hora de hacer música y de la exposición que esta implica?
¿Còmo mantener un interés vivo, para conocer y transmitir curiosidad por lo que nos rodea y asì aproximarnos a la sensibilidad que trae la música? ¿Cómo saber que hacemos al pensar, al caminar,al respirar, al masticar,al prestar atención, para descubrir la propia inteligencia en el aprendizaje?
La Técnica Alexander es ”Despejar”. Pero despejar una y otra vez.
Despejar en post de la honestidad sobre el propio estado. Saber que siempre está esa posibilidad. Observar eso, el ruido, para encontrar la disponibilidad por fuera del hábito. La Técnica pone en evidencia que somos dueñas de soltar, de decidir que sí y que no en un determinado contexto.
En las clases, el contexto es una silla y una acción cotidiana; pararnos, sentarnos estar de pie. Ese es el escenario en el que entrenamos decidir observar y no ir directamente a la acción, y a eso Alexander le llamo inhibición. Parar el hábito por elección, dirigiendo el pensamiento, para habilitar ciertas condiciones de nuestro diseño corporal.
Intencionar el “autonotar” de la cualidad blanda y libre de nuestro cuello, para permitir la posición de nuestra cabeza yendo adelante y arriba, y que así suceda el despliegue de nuestra columna larga, de manera que la espalda se ensanche. Mientras se entrena poner esto en la atención, el organismo empieza a cooperar con su diseño.
Este pensamiento dirigido que entrenamos a través de la Técnica se convierte de a ratos, en una sensación de libertad conectada. Una libertad en post de una construcción. Una libertad constituida de tono, de presencia, de contundencia, obviamente de posibilidades, incluyendo la entereza y la fragilidad. Una libertad construida de opuestos posibles. La reconquista de una libertad que al contactarla nos olvidamos que alguna vez estuvimos atrapadas. Y al mismo tiempo una libertad que podemos perder al segundo, y al minuto recuperar, sabiendo en ese mismo instante en el que la recuperamos, que quizás en dos minutos la volvimos a perder. Y poder sonreír mientRas todo esto sucede, poder pestañar, poder mirar alrededor y saber en qué lugar del mundo estamos.