La exigencia y perseguir la perfección, nos lleva a practicar de maneras automáticas, sin frenar, sin pensar. Optamos por la repetición inconsciente, una y otra vez hasta que me salga como debe ser…
Muchas veces nuestro miedo y ansiedad están ligadas a la propia exigencia.
Es interesante preguntarnos de dónde viene esa exigencia. ¿Cómo la aprendimos? ¿A quién queremos demostrar y qué?
La exigencia extrema, nos aleja del disfrute. Aunque, si los resultados de la acción a realizar, son los “que esperábamos” encontraremos el disfruto, en vernos, escucharnos. Pero por lo general exigirnos mucho suele ser más un boicot que una herramienta que nos empodera.
Físicamente me viene la imagen de que seguimos girando a dentro nuestra cabeza, muy lejos de los pies, muy lejos de poder reconocernos enteros en el presente.
Y volvemos a lo mismo, estamos siempre un paso adelante “quiero que me salga bien”. Eso es exigir, no confiar y es estar en el futuro, cuando podríamos estar usando ese énfasis y esa energía para estar con nosotros mismos y acompañarnos en el momento de mostrar nuestro arte.
La exigencia la podemos vincular también con el perfeccionismo. Y si le sacamos un poco de polvo al perfeccionismo, diría que detrás de él hay una necesidad de poder transmitir la belleza del arte, una necesidad de creación, de expresión, de inspiración y realización. Ante esta necesidad insatisfecha, el sentimiento de frustración.
El perfeccionismo y las altas exigencias, pueden crear un alto nivel de ansiedad. Tengamos en cuenta, que el esfuerzo por hacer las cosas bien, es una cualidad que se valora positivamente en la sociedad. Y con esto no quiero decir que debamos hacer todo mal porque “total… ¿qué importa?”. Pero, sí digo que si esto se pone por delante de todo, puede convertirse en un problema.
La exigencia, a veces nos pone ciegos. Y nos hace repetir las cosas de manera automática una y otra vez “HASTA QUE ME SALGA BIEN”. O nos hace no ser conscientes de que lo que sucedió estuvo buenísimo a pesar de que no estuvo perfecto. Siempre estamos mirando el error, y no podemos ver la totalidad de la situación.
La exigencia y perseguir la perfección, nos lleva a practicar de maneras automáticas, sin frenar, sin pensar. Optamos por la repetición inconsciente, una y otra vez hasta que me salga como debe ser. Y otra vez nos llevamos puestos. Una vez más, volver al cuerpo puede ser una gran herramienta para atravesar las exigencias.
Pongo un ejemplo musical. Estás estudiando el movimiento rápido de tu concierto favorito. Y sabes que está ese pasaje que requiere de mucha destreza y precisión fina en tus dedos.
Tu concierto es mañana, y lo único en lo que piensas es en ese pasaje. Lo practicas una y otra vez. Llegado el momento de exponerte, dos compases antes de que llegue el pasaje, tu cuerpo se empieza a tensar porque sabe que viene el momento difícil y que debes hacerlo bien. Tocaste un fa# en vez de un fa natural y te apuraste un poco en el tempo. Pero el resto ha salido todo bien. Al finalizar el concierto tus amigos te felicitan, nadie se dio cuenta de tu error, pero tú no puedes parar de pensar en ese fa# . De verdad sientes angustia y frustración y no puedes reconocer que has dado un buen concierto. La música, la danza, el arte en general finalmente se tratan de una expresión. Todo el tiempo nos expresamos en la vida, y quien dice que lo hacemos perfecto o no…
Cuando canto mis canciones en escena, suelo equivocarme mucho en las primeras tres canciones. Me siento nerviosa.
Siempre me tomó un tiempo en lograr conectar con el disfrute. Antes mi exigencia era tan grande, que esos primeros errores, definían el resto del show y mi estado durante las próximas dos semanas.
Hoy puedo decir que aprendí a integrar los errores, a disfrutarlos, a verlos como maestros. Si uno está presente en su cuerpo, puede subirse y surfear el error. Y luego sentir que atravesó todas las adversidades y salió invicto del miedo y la exigencia. “Invicto” me refiero a que sí, la vi pasar a mi exigencia, y como la vi pasar pude seguir sin que tomé poder sobre mí. Pero si no sé hacer para observarla pasar es probable que me tome.
El cuerpo también recibe estas exigencias. Si no tuvimos un buen rendimiento en un concierto, lo más probable es que nos digamos cosas como “a partir de mañana estudiaré 8 horas sin descansar”. Probablemente lo que más esté necesitando nuestro cuerpo y nuestra mente sea descansar. Este tipo de exigencia nos es tan natural que a veces creemos que alcanza solo con dormir y volver a empezar el día, ponernos a entrenar, a practicar desenfrenadamente sin parar para estar cada vez más cerca de hacer las cosas 10 puntos.
Una alternativa, que les propongo ante la aparición de tanta exigencia es experimentar conscientemente un descanso constructivo.
El descanso constructivo puede ser un gran aliado para observar nuestras exigencias en el cuerpo, y precisamente para dejarnos en paz y descansar sin esperar que suceda algo. Dejar de exigirnos, dejar de exigirle al cuerpo y observar.
¿Sabes qué es el descanso constructivo?